Las tanquetas avanzan por la Alameda con los soldados apuntando a la gente con sus rifles, bajan desde Plaza Italia y se asoman por el GAM, las personas corren y los uniformados se ríen, levantan sus fusiles y celebran.

A una cuadra de la escena, a la altura del McDonald de Baquedano, la masa hace retroceder a la policía a punta de piedras, desde el cielo llueven bombas lacrimógenas. Las cacerolas hacen eco y el metal se transforma en un grito de aliento.

Así vive el centro de Santiago su segundo día en estado de emergencia, horas más tarde, el presidente nos diría que estamos en guerra y luego convocaría a la unidad, nadie entiende nada, salvo que el país ha llegado a su límite, aunque en la periferia la gente comprende muy bien aquello que el gobierno dice que nadie vio venir: desigualdad.

A esta hora, en la calle y en los barrios las contradicciones abundan, frente a tres décadas de consumo que han destruido el tejido social, en un destape que desbordó casi todos los caminos que la elite podría haber imaginado, cuya respuesta han sido balas y palos vacíos de soluciones.

Cobertura: Diego Figueroa, Alfonso González, Jorge Vargas y Pedro Pablo Ramírez H.













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