¡»Fuera los milicos!¡Fuera los milicos!», exclamaba la masa enardecida sobre las tanquetas de los militares desplegados sobre la Plaza Italia en el corazón de la capital. Tras seis días de movilizaciones, desatadas por el alza del pasaje del metro y el transporte público, Santiago se vio desbordado por una explosión social que sin importar el estado de emergencia decretado por el gobierno central, vio la mayoría de sus esquinas, en las más variadas comunas de la capital, llenas de vecinos y vecinas golpeando sus cacerolas en contra del alza y la inequidad social.

Sin capacidad de respuesta, el presidente Sebastián Piñera se vio obligado a dar marcha atrás y cancelar la suba del pasaje, pero los militares en las calles se mantienen y la ciudad amaneció bajo su primer toque de queda desde la dictadura. Sin lugar a dudas, el estallido, que ha cobrado saqueos, incendios y violencia callejera, ha sido tomado como un reclamo generalizado ante la desigualdad que golpea el país, con niveles de endeudamiento que superan a 4,4 millones de chilenos y chilenas, y un alza generalizada en el costo de la vida.

Este sábado, la población ha salido a manifestarse no solo en Santiago, las protestas se comenzaron a esparcir por el resto del territorio en un movimiento sin precedentes que comienza a mezclar la consigna del pasaje con el resto de las demandas que movilizan al mundo social. Algunos sindicatos, como la Unión Portuaria de Chile, ya han anunciado movilizaciones para el lunes, junto a las organizaciones estudiantiles y los partidos de izquierda, en horas de incertidumbre que remecen a un país que toma la posta de Ecuador en un mes decisivo para el futuro de Sudamérica.

Cobertura: Karina Aliaga, Eric Allende, Alfonso González, Juan Hoppe, Catalina Juger, Pedro Pablo Ramírez y Jorge Vargas.


















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