En estos últimos 2 años que me empezó a gustar el montañismo, me di cuenta que la montaña se llega a convertir en tu hogar; a veces por unas horas, algunas otras por un fin de semana y, si llegas a tener más suerte, por semanas o meses. Y digo esto porque en ese lapso llegas a construir un gran vínculo con las personas que te acompañan, tienes que depositar tu confianza y seguridad en gente que puede que nunca vuelvas a ver, compartes momentos tan únicos con alguien con el que sólo cruzaste un “buen ascenso” o un “no te rindas” o con quienes simplemente llegaste al mismo tiempo a hacer cumbre.

 

Esta serie de fotografías son sobre los ascensos que realicé durante 5 semanas en los meses de noviembre y diciembre del 2022, mismo tiempo en el que las montañas se convirtieron en mi hogar. La primera y la más pequeña la subí el 19 de noviembre y está al sur de la Ciudad de México y su punto más alto es de 3,930 metros sobre el nivel del mar (msnm). Al día siguiente me dirigí a la Malinche, este volcán se encuentra entre los estados de Tlaxcala y Puebla y tiene una altura de 4,420msnm. A la Malinche fui en dos ocasiones distintas: el 20 de noviembre y el 3 de diciembre. En una ocasión no pudimos llegar a la cima por el clima. También eso es lo inquietante de la montaña, que muchas veces y a pesar del buen pronóstico anunciado del clima, siempre existe la probabilidad de que esto cambie de un momento a otro, que los bonitos paisajes se cubran de neblina y que el viento tranquilo, en un abrir y cerrar de ojos, se transformen en vientos de 60km por hora.



En el segundo fin de semana me dirigí a la cuarta montaña más alta de México: el Nevado de Toluca, el cual mide 4, 680msnm. Este recorrido, por cierres de vías y el deshielo, fue un poco más complicado y requirió que la montaña nos acogiera por más tiempo; en total, fueron más de 9 horas. 

El 10 de diciembre fue de los más complicados, ya que tocaba ir a la montaña más alta de México: El Pico de Orizaba, con una altura de 5,610msnm. Ese fin de semana, el también llamado Citlaltépetl, nos dio la oportunidad de habitarlo por un fin de semana completo. Empezamos el ascenso a las 11 de la noche del sábado para poder ver el amanecer mientras subíamos el glaciar y tener unas de las mejores vistas de los volcanes y de su cráter. Pero esta vez, y a diferencia de otras cumbres y por el buen clima que nos recibió, pudimos estar más de media hora en la cima. Y como en todos los ascensos después de ese momento de logro, de hacer cumbre, de saber hasta dónde puedes llegar con tu cuerpo, llega la otra mitad del camino y la más cansada. Este tramo muchas veces se llena de frustración y cansancio porque ya sólo quieres bajar, pero también te llena de bellas imágenes que no pudiste admirar, ya que estabas subiendo en la obscuridad, y por otras partes te llena de empatía al echarle porras a otros que van de subida y que sabes que les falta poco para poder sentir una satisfacción única en la vida. Que dura minutos, pero que guardas por siempre, y creo que justo eso es lo que te hace querer regresar a las montañas.






Por último, el 17 de diciembre, ya con todo el cansancio acumulado, terminé los ascensos con el Iztaccíhuatl. A pesar de medir menos con 5, 215 msnm fue muy complicado, ya que había muy poca nieve, que normalmente eso amortigua un poco mi subida. Pero aun así los paisajes incomparables que tiene la mujer dormida te llenan de fuerzas para querer seguir subiendo y no perder de vista la cumbre. El camino es más largo, pero nada se compara con caminar por el glaciar, porque cada vez que recorres la ruta es diferente y porque poder observar por minutos cómo de un lado de la montaña es de noche y la otra mitad de día, es de lo más bello que he podido experimentar.


Creo que eso es lo mágico de las montañas de los momentos tan perfectos que te comparten por pequeños minutos, esos momentos que si no fueran captados por una lente podrías creer que no existen. Por los bellos paisajes que parecen artificiales de los perfectos que son. Pero que también te hacen ser más consciente de por dónde estás transitando, de cómo debes de cuidar este hogar prestado por la naturaleza por un par de horas. De generar y crear una cultura de respeto hacia las montañas y el ecosistema que nos rodean. Ya que por muy hermosas que sean, también esa belleza puede acabar.

 








Fotografías y texto: Aimee Guzmán | El tacto de la luz 
Localidad:
México
IG@aimeemanhattan
Co-edición: Diego Figueroa | Migrar Photo

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