Es casi imposible hablar de Colombia sin que se nombren términos como violencia, corrupción, desigualdad, desaparición forzada, pobreza, abandono estatal… y podríamos nombrar muchas más palabras que ejemplifican el conflicto en este país con más de 50 años de guerra armada, entre grupos paramilitares y guerrillas, conservadores y liberales, e incluso grupos empresariales a los cuales se les atribuye patrocinio a cambio de intereses monetarios. 

Año tras año, todo el territorio colombiano ha vivido brechas de desigualdad, para una alarmante cifra de personas enmarcadas en la pobreza, inequidad y falta de oportunidades; 21 millones de colombianos están en condiciones de pobreza, incluso 4,6 millones de colombianos comen menos de tres platos de comida al día según El Departamento Administrativo Nacional de Estadística DANE, y la violencia y el abandono estatal colaboran para que la cifra vaya en aumento.

Por lo anterior varios movimientos sociales se han unido para generar dinámicas de movilización que permitan hacer un llamado al gobierno nacional para que fije su atención en esas comunidades, sin abandonar ningún territorio, teniendo en cuenta no solos las grandes urbes, sino también las zonas rurales, quienes han sufrido a groso modo las consecuencias de la guerra y la violencia en Colombia.

 Debido a las precarias condiciones mencionadas anteriormente, en los últimos días Colombia se ha tornado en un epicentro de manifestaciones sociales, que llegan a ajustar más de 73 días consecutivos con miles de colombianos y colombianas haciendo presencia en las principales ciudades del país, dejando un saldo hasta el 31 de mayo del presente año según la ONG Temblores, de más de 45 manifestantes muertos presuntamente a manos de la fuerza pública, 65 lesiones oculares, 25 víctimas de violencia sexual por parte de la fuerza pública y 187 casos de disparos de armas de fuego por parte de la Policía.

Desde el 28 de abril el principal fin era la revocatoria de la Reforma Tributaria presentada el mes anterior por el Gobierno Nacional, que buscaba aumentar el IVA para el petróleo, al igual que para algunos alimentos de la canasta familiar, aumentar el impuesto a la renta a personas que ganaran un sueldo mensual de más de US$663, en un país donde el salario mínimo es de US$234, Unos días después la Reforma Tributaria fue retirada gracias a la presión que se logró llevar a cabo en diferentes partes del país, sin embargo en vez de mitigar las acciones de protesta, el descontento social se volvió más fuerte, motivo de la coerción usada por el gobierno para detener las manifestaciones pacíficas y otros problemas sociales que se venían colando desde hace unos años en el país.

En palabras de un integrante de la Primera Línea: “La gente se cansó de que siempre se favorezca a quienes explotan el bolsillo de la clase media y los sectores populares. La gente con desespero ha pedido por años ser escuchada, han pasado por encima de las necesidades de las comunidades por mucho tiempo y al ver que en medio de una pandemia pretenden seguir saqueando a las familias colombianas, era natural que nos tomáramos las calles para decir ¡No más!”.

Aunque muchos critiquen y señalen las movilizaciones del paro nacional, son varios los logros que se han alcanzado a nivel político y social, cabe la mencionar la renuncia del ministro de hacienda Alberto Carrasquilla (quien inicialmente impulsó la reforma tributaria), la renuncia de la canciller Claudia Blaum, la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la abolición en el congreso de la reforma tributaria, la revocatoria de la reforma a la salud (que tenía como propósito privatizar los servicios médicos), matrícula gratuita para todos los estudiantes de las universidades públicas del país (para el segundo semestre del 2021), además el certamen interamericano de fútbol Copa América, fue cancelado como sede de la competición en el territorio nacional.

No conformes con estos avances, y teniendo en cuenta que existe una indignación colectiva que busca cambiar estructuralmente el país, aún luego de más de dos meses del estallido social continúan saliendo a las calles, los obreros, los campesinos, los indígenas, los profesores, los estudiantes, los habitantes de los barrios y las agremiaciones sociales; gritando arengas, alzando banderas, elaborando carteles, maquillando sus rostros, usando capuchas, afinando los instrumentos, danzando la protesta, sintiéndose libres por una vez, por unas horas, al lado de personas que no conocen pero que comparten los mismos ideales “cambiar este país”. Una masa capaz de soportar lo insoportable, avanzando entre el caos del acontecimiento y contagiados por el furor de la revuelta. Es el arte en todas sus manifestaciones transformando las fuerzas de la negatividad, en medio de la fuerte tensión social y política del momento.

Para este próximo 20 de Julio se espera un gran número de manifestaciones sociales teniendo en cuenta que han sido muy pocos los cambios sociopolíticos que se han visto enmarcados en los últimos días. Mientras tanto, los líderes políticos de derecha y en su mayoría incitadores de desprestigio hacia las movilizaciones mantienen su campaña comunicacional en contra del Paro Nacional, “que el gobierno y congreso aprueben los recursos para ampliar política social; Que FFAA (fuerzas armadas) eviten bloqueos y otras formas de violencia; construyamos los que preferimos trabajar en vez de los bloqueos” fueron las palabras del expresidente Álvaro Uribe Vélez en redes sociales, que seguramente causaron eco en “cabezas” capaces de tomar decisiones con solo chasquear los dedos. Y ¿qué pasa cuando no hay preferencias para trabajar? ¿Qué pasa cuando una fuerza armada que esta diseñada para destruir al enemigo interno quiere controlar las manifestaciones? ¿Y qué pasará con un pueblo que no quiso dejarse cerrar nunca más los ojos?.

Fotógrafes: Camilo Moreno, Cristian Quintero, Daniel Alvarado, Edinson Arroyo, Eliana Villegas, Fredy Henao, Kevin Bentacur, Luisa Pineda, Miyer Juana, Rubén Torres y Santiago Botero.

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