Desde que tengo uso de razón, me he sentido alienado, siempre en la búsqueda de un paraíso en el vacío, entre lo árido de la mente. Una historia familiar plagada de problemas de salud mental mezclada con una atmósfera de violencia familiar, me ha llevado a vivir constantes episodios de crisis, donde patrones de conducta, heredados a través de generaciones, se manifiestan en el presente. Esta es mi historia, este es nuestro paraíso.

Mi abuelo permaneció en cama 3 años antes de fallecer. Esa fue su elección. Tuvo un accidente en el cual se fracturó la cadera y fue operado con éxito. Sin embargo no quiso recibir la rehabilitación necesaria que les permitiría caminar de nuevo. Sufría de depresión.

Durante diferentes pláticas, mi abuela me contó que en varias ocasiones, años atrás, tuvo episodios donde no salió de la casa hasta por 8 meses.

Cuando la agorafobia aumenta y me recluyo en casa, me acuerdo mucho de él.



Poco a poco se me han caído las hojas. De pronto todo se apagó y después el vacío.


Una manera de calmar los ataques de ansiedad es darme una ducha. La mayoría de las veces me encuentro en la regadera rascándome la cara hasta tener piel bajo las uñas.






Busco los rayos del sol para sentirme un poco mejor, se siente como un abrazo.

Autor: Roberto Rabadan
País: México
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